20 de octubre de 2017

RESEÑA: Apegos feroces, de Vivian Gornik (1987)

Apegos feroces
(Fierce Attachments: A Memoir, 1987)
Vivian Gornik
Editorial Sexto Piso
Páginas: 204
Novela, biografía, testimonio, memorias, emociones, neurosis, apegos emocionales, depresión, escritura, mujeres, madres e hijas, modelos femeninos, feminismo, escritoras, perspectiva de género, barrios, relaciones vecinales, literatura americana.

Los paseos de Vivian Gornik con su madre ya octogenaria son la base de escritura de unas memorias que se remontan a una infancia rodeada de mujeres, que exponen las variantes de todo un mundo femenino que corre paralelo a la historia social que se respira en las calles.  El vecindario hace las veces de repertorio, distinguiendo después de los años cómo aquellas vidas se reflejan en su biografía actual.  Una escritura que embelesa.

OPINIÓN
No hay en este título una referencia al amor maternal basado en la ñoñería y lo que nos han hecho creer durante muchos años, y aún así trata de ello, de la relación entre una madre y una hija, eso sí, zanjando la cuestión de base, ni todas son tan buenas ni son tan malas, y sí, siento deciros que cuanto mayores nos hacemos más nos parecemos a ellas, aunque nos pese.  Es cuestión de encajarlo con naturalidad y amor, apreciando lo bello que hemos heredado de esa relación, que por suerte, suele determinar el peso de la balanza.
La relación dependiente de la hija hacia la madre nos conmueve, más cuando ella es consciente de tal dominio, que sin duda se nutre de su propia seguridad y lo ha hecho en muchos aspectos de su vida, minando por momentos la confianza en sí misma o la relación con el sexo contrario, en su lucha por no convertirse en su madre. Paradojas de la existencia.
Atemporal, es sin embargo un retrato de la sociedad de los años ochenta, con una marcada perspectiva de género que muestra cómo no es novedoso aquel discurso, y que estando aún en pañales el avance del pensamiento feminista la autora se una a una causa motivada por l falta de entendimiento con su propio entorno y por todos aquellos interrogantes que le hacen cuestionarse desde bien pequeña el papel de las mujeres que ha ido conociendo a lo largo de su vida.
Es una novela que rasga con sutilidad el fino velo de las apariencias, que no deja indiferente a quien se quiera ver reflejada en decenas de gestos y costumbres cotidianas que la escritora desgrana en cada capítulo.  Relaciones vecinales y acontecimientos que no se entienden hasta muchos años después.  Angustia vital al verse poseida por los momentos de depresión de su madre.  La escritura como deseo, y como escapatoria.
No hay una intención de enjuiciar, a primera vista son hechos los que construyen esta memoria, que narra entre saltos en el tiempo pasado y el presente, en donde la mujer madura se reconoce como este catálogo de femineidades, ya sin complejos, asumiendo sus roles y encantada de participar en todos ellos.
A los ochenta años de su madre descubre que aquella mujer que dejó un día de trabajar, a petición de su marido, para dedicarse al cuidado de los hijos, no lo hubiera hecho en el tiempo de la narración presente.
Hemos de entender por tanto que la opresión femenina se llevó por delante muchos sueños de mujeres a las que no se les dio oportunidad de pensar o decidir por sí mismas.
Una lectura ágil, con párrafos en los que nos sentiremos identificadas en el papel de madre o de hija, simbiosis de roles.
El juego de descripciones y diálogos que consiguen expresar con exactitud los sentimientos de la protagonista son una excusa perfecta para marcar párrafos enteros que deberían leerse una y otra vez como ejemplo de escritura de calidad, técnica y humanalmente hablando.
Por mi parte buscaré más obras de esta recién descubierta autora, con la que ya simpatizo sin proponérmelo.

M.A.G., 2017

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